El Legado (II)
A Sergi le obsesionaba la proximidad, no se me ocurre mejor manera de definirlo. Yo le admiraba por eso. Era una de esas personas puras, que da oportunidades de escucha y conversación sin más interés que el de aprender y compartir; le daba igual tu cargo, tu experiencia o tu declaración de renta, siempre estaba dispuesto a escucharte y a opinar si así lo veía conveniente. No era un discutidor ni un polemista nato en el tú a tú, y no era un tío fácil de entrevistar, nunca sabías por donde podía salir (a mi mismo me pongo por testigo, el Impredecible Sergi Verge era impredecible de verdad). Otra cosa era Sergi y su endiablada y mordaz argumentación con un teclado delante, un tiempo de reflexión y ganas, a modo de divertimento, de hacer enfurecer el avispero. Ahí no tenía rival, representación, agente del comprador, agente del vendedor, las personas primero, la ética… Siempre sabía cómo buscar y encontrar de forma directa la reflexión y provocación entre “aquello que debería hacerse” qu